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Ley del viajero. Despedida obligada

Ley del viajero. 
Despedida obligada.

Que curiosos sentimientos te ofrece viajar.
Sin dejar de descubrir un nuevo lugar, a ti mismo, y a quienes te rodean, te da un sin fin de emociones, de aventuras y de momentos inesperados. Que se transforman en agobios, en incertidumbre, 
y en risas, más que aseguradas.
 
Mi amiga Anita dice, que uno empieza a viajar en el momento que decide el próximo lugar de destino. Cuando empiezas a soñar despierta.
Por eso vivo en un continuo viaje. Soñando a todas horas.
Estoy enganchada.

El querer tener dinero para poder comprarte el siguiente vuelo.
El ver que el mundo es más pequeño de lo que imaginabas,
pero con infinitos lugares remotos que quieres visitar.
La gente que conocerás, que siempre te aportan algo nuevo,
y de quienes aprendes una barbaridad. 
Cuanto enseñan.
 
Con viajar, no me refiero a tenerte que ir al lugar más lejano que puedas concebir.
Con viajar, me refiero a estar en movimiento.
A seguir caminando, a no quedarse quieta.
No contemplar la vida… si no formar parte de ella y vivirla,
que para algo la tienes y es tuya. 
 
Pero todos los viajes tienen un principio y un final.
Eso es lo que menos me gusta.
Cuando llega el momento en el que todo termina.
 
Me saltaría esta parte.
 
Cuantas veces me habré despedido,
y nunca me acostumbraré a este sentimiento.

Tantas veces habré dicho adiós, 
y cada una de ellas siempre, parece la primera.
En ocasiones, es uno mismo el que decide marcharse,
otras, ves como otros se van.
 
Creo que es más fácil marcharse, por lo menos para mí.
Yo tomo la decisión. Yo tengo un objetivo. Yo me voy.
Pero no es tan fácil para él que se queda,
ya que de manera indirecta, asume la consecuencia de tu despedida.
Y es perdida lo que siento al verte marchar.
Siempre te alegrarás por su decisión, la respetarás y apoyarás.
Pero no puedes evitar un dolor dado de la mano, con una pizca de egoísmo, que te produce al separarte de aquella persona, 
que formo parte de tu viaje.

Algunos pensarán que es exagerado.
Seguramente.
Pero no miento cuando digo que me duele despedirme 
de quien quiero.
No importa el tiempo desde que le conoces, 
ya que, aunque haya sido un instante,
te siento como si fueras de toda la vida.

Son personas que vas encontrando.
Que parece que ya estaban allí, desde siempre, esperándote,
para darte la mano y caminar contigo un trocito de tu vida.
 
Viajas, caminas, vives… y sientes,
sientes mucho.
Sientes soledad, sientes alegría, entusiasmo, miedo.
 
Luchas por conseguir algo mejor.
Lo consigues.
Bares, música, cerveza.
Risas.
Muchas risas.
Lloras.
Abrazas.
Te vuelves a reír.
Enfados y desenfados.
Sonrisas.
Desconocidos.
Ya no tan desconocidos.
Amigos.
Y esto, lo compartes.
 
Ésta es la razón por la que me duele despedirme,
porque parte de todo esto se va con la persona.
Aunque te quedas con el recuerdo de lo vivido, 
y sobre todo, lo aprendido.
 
Tu familia. 
La familia que has creado en el camino. 
En aquel lugar.
 
Una vez en Tailandia escribí esto:
“Lo bonito de viajar sola, es que compartes momentos espectaculares con desconocidos. Y por instantes, te sientes inmensamente unida a estos desconocidos, que comparten tu sueño. Viajar.
Grandes personas. Ángeles en mi camino.”
 
Si yo tuviera de dibujar la vida, dibujaría un camino.
 
Los momentos tienen fecha de caducidad,
pero cuando los vives crees que son eternos.
No concibes que llegará la despedida.

Maldita despedida.

Que suele estar acompañada de lágrimas.
Pero siempre que hay una despedida, 
es porque luego habrá un saludo.
 
Quiero dedicar estas palabras a quienes tienen la valentía de estar en movimiento,
quienes luchan por seguir hacia adelante.
Quienes no se conforman, porque saben que pueden encontrar lo que buscan.
Y quienes encuentran lo que buscan, y lo disfrutan.
Quienes viven.
Y sobre todo a ti, que sé que me estás leyendo.
Y aunque a veces te invade el miedo recuerda:
“NO ES VALIENTE QUIEN NO TIENE MIEDO” 

Me despido con un hasta luego.

Adriana López

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